Abstención política: una perspectiva ética
Mi última columna, "La abstención política", provocó algunos interesantes comentarios de los lectores de SchVivo, que agradezco y que me inspiran a una ulterior reflexión sobre la materia. Sin duda que es preocupante que muchos se abstengan de participar en política, más aún cuando se trata de algo tan básico y esencial como ejercer el derecho democrático a votar. Aun cuando el foco central de mi anterior análisis no fue formulado desde una perspectiva ética, no he opinado -ni opino- que deba aceptarse acríticamente la abstención, menos aún entre los jóvenes. Votar es un deber ético cívico-democrático y también ético-social, visto desde la doctrina social de la Iglesia.
| Patricio Chaparro Patricio ChaparroMi última columna, "La abstención política", provocó algunos interesantes comentarios de los lectores de SchVivo, que agradezco y que me inspiran a una ulterior reflexión sobre la materia.
Sin duda que es preocupante que muchos se abstengan de participar en política, más aún cuando se trata de algo tan básico y esencial como ejercer el derecho democrático a votar.
Aun cuando el foco central de mi anterior análisis no fue formulado desde una perspectiva ética, no he opinado -ni opino- que deba aceptarse acríticamente la abstención, menos aún entre los jóvenes.
Votar es un deber ético cívico-democrático y también ético-social, visto desde la doctrina social de la Iglesia.
Ello no obsta a que se analicen objetivamente los datos sobre abstención, se expliquen las variadas razones del por qué ocurre este fenómeno y se adopten medidas para que los ciudadanos valoren y participen en política, especialmente los más jóvenes, a quienes pertenece el futuro.
Por cierto, conspira contra esas buenas intenciones algunas de las características de la política chilena, que denotan una alta tendencia al conflicto; cierta incapacidad para alcanzar consensos básicos; intensas contiendas político-partidarias e ideológicas de alto contenido emocional más que sustantivo; intereses económicos altamente contrapuestos; carencias en cuanto a una comprensión compartida de los contenidos básicos del bien común.
Considero que es difícil convocar a la actividad y a la participación política cuando merced a las características anteriores reseñada,s ella termina por quedar básicamente resumida como una ardua, a veces mera y desnuda contienda por el poder.
Así, la mala calidad y altísima dificultad de la política chilena- que todos reconocen- desalienta a quienes, con toda buena intención, están dispuestos a considerar una participación más activa, especialmente a los jóvenes - y a los no tan jóvenes.
La anterior descripción de la política chilena no es un invento arbitrario de este columnista, sino que encuentra su fundamento empírico en numerosas encuestas de opinión pública que han develado el deterioro de la confianza, credibilidad y prestigio de la política, los políticos, los partidos políticos y las instituciones.
Ahora bien, desde un ángulo ético, opino que en los colegios y universidades debiera existir formación para una cultura política democrática, aquello que antes se denominaba "educación cívica".
Pienso que esa formación debiera incluir, entre otros aspectos, la defensa de la política como una actividad digna e importante, el régimen político democrático, su naturaleza, su conexión con el respeto y defensa de la dignidad y derechos de la persona humana; sus características esenciales; sus derechos, deberes, instituciones y procedimientos.
Se trata, en definitiva, de valorar e impulsar la participación política democrática en cualquiera de sus niveles, desde aquellos más exigentes, como ser militante de un partido político, dirigente, candidato a ser candidato, representante, a aquellos más simples como informarse de la política, formarse una opinión, expresarla con respeto a las de otros, votar en las elecciones.
Los detalles, contenidos específicos y estrategias pedagógicas de la formación destinada a instalar, reforzar y desarrollar una cultura política democrática debieran ser ampliamente discutidos y consensuados entre los políticos, los partidos políticos, las instituciones como el Congreso Nacional, el Ministerio de Educación, el magisterio, los dirigentes sociales.
En los colegios y universidades de orientación ética católica esa formación cívico-política debiera ir acompañada de una presentación y discusión de las propuestas de la Iglesia Católica en materias sociales y, especialmente, aquellas de naturaleza política.
En tal sentido, a los lectores de SchVivo interesados en profundizar las orientaciones éticas de la Iglesia en materias sociales, sugiero el libro "Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia", del Pontificio Consejo Justicia y Paz, publicado en Santiago de Chile por la Editorial San Pablo el año 2008. Específicamente, en lo que dice relación con las materias políticas, el Capítulo Octavo, titulado La comunidad política (páginas 263-293). (*)
Considero que no hacer algo respecto de la fuerte tendencia abstencionista demostrada en las últimas elecciones municipales chilenas, puede llevar a un incremento ya no sólo de la abstención misma sino que de la indiferencia y el rechazo a la política.
Y ello constituiría una muy mala señal para la vida de interrelación política organizada democráticamente y orientada éticamente.
Patricio Chaparro N.
03.12.2012
(*) Los lectores de SchVivo interesados en acceder a la versión informática del citado libro, pueden hacerlo en www.vatican.cl, ingresar en Santa Sede (Español), a continuación en "Textos Fundamentales, y, una vez allí, en "Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia".